jueves, 25 de septiembre de 2008

Siempre es hoy.



Pocas veces nos damos cuenta tan certeramente del paso del tiempo, a veces parecen ser lo mismo dos días que seis meses, y pareciera que lo que extrañamos se pierde en la bruma de una especie de olvido, y aunque sabemos que ocurrió, se va alejando poco a poco, se esconde cada vez más profundamente en nuestras circunvoluciones cerebrales, extinguiendose, difuminandose, hasta hacerse tenue, como el aire, como si nunca hubiera pasado.


Pero a fin de cuentas pasa, y nos damos cuenta porque nuestra travesía por él así como nuestros actos en determinado momento van dejando esa huella indeleble sobre nuestra forma de ser y de vivir en este mundo; pero por lo general casi siempre el tiempo nos vuelve cada vez más egoístas y desconfiados, y bueno, nada es igual que al principio, y parece que hasta el amor se vuelve una repetición, parece que nos enamoramos repitiendo una formula conocida, repasamos mentalmente la idea que nos formamos del amor y volvemos a cantarla, tan solo por que nos sabemos la tonada, ya que nos la aprendimos desde la primera vez, nos sabemos esa sensación de ser necesitado, y de ser único, invencibles, que nada nos puede detener; las mariposas en el estómago, los escalofrios y sobre todo el sentirse vivos.


Con el tiempo se pierde la capacidad de asombro, la capacidad de sentir y de pertenecer, la capacidad de querer y de transgredir límites, porque nos vamos haciendo parte de una idea colectiva y obvia que nos fue heredada, y que creemos que es la forma de vivir, al menos esta vida. Lo que no nos damos cuenta es que estamos viviendo siempre el mismo tiempo, que aunque estemos separados tanto emocional, espiritual, como físicamente, estamos viviendo el mismo tiempo, estamos vivos hoy, no ayer, no mañana; y que perdemos tiempo, que al no darnos la oportunidad de asombrarnos, de acercarnos, de querernos, perdemos lo único que nos es permitido: sentir; y que es una de las mejores formas de expresarnos; basta tan solo mirarnos y saber que ese momento no se repetirá... si no queremos.


La relación con el tiempo es directamente proporcional a la relación que tenemos con nosotros mismos, lo amamos y lo odiamos intensamente; pero la realidad que así como es de finito, es eterno, y está y estará ahí, a pesar de que solo sea un invento, o un concepto, es igual que todo ser humano; igual que tu y que yo, totalmente contradictorio. Todos los días nos cegamos por nuestras obligaciones, por nuestras necedades, por nuestro miedo, por nuestra misma condición humana, y perdemos de vista nuestro principal objetivo, que no es nada más que vivir nuestra vida; dejamos atrás nuestra felicidad buscando quimeras materiales, buscando piedras filosofales en nuestros zapatos, recordando lo que fuimos y olvidando lo que somos, dejando que ese fantasma temporal que creamos nos destruya, igual que Frankenstein.
Nada es eterno, salvo este momento, nada es tan efímero como este segundo, pero si te das un poco de tiempo, te daras cuenta que no hay nada tan interpretable, ni nada tan voluble como este mismo instante, que nunca va a ser mañana ni nunca fué ayer, que siempre es este momento, que siempre es hoy...


Fotografía Cortesia de InsectLab

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